escritura creativa/ ensayo
Conversación n.º 92
por Italo Lorandi
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—No esperaba vivir lo suficiente para escuchar a alguien decirme algo así.
Al oír aquellas palabras, el tono en aquellas palabras, la forma en la que alejó su mano de la mía, la decepción que emanaba de su rostro, ahí, en ese instante, noté cómo trepaba, desde la base de mi estómago, la incertidumbre y el miedo de no saber con quién estaba compartiendo mi vida.
Ella me miró fijamente mientras el viento alborotaba su flequillo. Nos detuvimos.
En otras ocasiones me han dicho: ¡qué tontería! o ¡vaya disparate! También se llegaron a reír de mí y su mirada me escudriñó como un bicho raro. Nunca me afectó. Eso era todo. Algo pasajero, olvidable. Sin embargo, sentí que este era un momento cuya consecuencia sería crónica, como ese dolor en los huesos que los abuelos sufren cuando va a llover.
Íbamos en serio con nuestra relación. Todo había pasado tan rápido que me era difícil no sorprenderme cuando pensaba que hace tan solo tres meses era una completa desconocida. Prácticamente vivíamos juntos. Hubiera jurado que ya habíamos hablado al respecto.
—¿En serio? Creí que ya lo había mencionado. —me limité a contestarle.
Usualmente lo hago. Me gusta hablar al respecto, no necesito un gran incentivo para ello. Nos considerábamos íntimamente cercanos, como dos pequeñas enredaderas buscando soporte una en la otra. Así que claro, supuse que debajo de aquel montón de oraciones que fuimos tirando, sin cuidado, al caminar juntos por el parque, de camino a casa, al sentarnos en la mesa con una bebida frente a nosotros, estaría sepultado mi discurso habitual. Estaba equivocado.
—Busco la fuente de la juventud, bueno, podría decirlo así en pocas palabras. —lo dije de forma banal, fingiendo dramatismo. Creo que intentaba hacerla reír.
—¿Hablas en serio? —preguntó como queriendo recuperar la amenidad que usualmente rodeaba nuestro camino a casa (alegría que de hecho imperaba hasta que me quiso saber qué tanto hacía en el laboratorio)
¡Sí, claro que hablaba en serio! Soy del tipo de personas a las que le gusta bromear; sin embargo, nunca llevo las cosas demasiado lejos.
—Sí. Quiero decir, no exactamente —le contesté inmediatamente, interrumpiendo su pregunta. —Es algo mucho más técnico y realista. Estoy estudiando el potencial de técnicas de reprogramación celular y la senescencia para revertir el envejecimiento. De hecho, ha cambiado bastante el paradigma al respecto. Antes se consideraba un proceso irreversible, pero ya tiene algunos años que se demostró lo contrario. Me parece que en 2020 un grupo de investigación aplicó los factores OSKM en roedores; lograron revertir algunos efectos fisiológicos del envejecimiento y expandir el tiempo de vida de los organismos. Si quieres puedo buscar el paper para que lo leas.
—No. No es necesario. —interrumpió en seco mi discurso y retrajo el lado izquierdo de la comisura de sus labios.
Su mirada severa me hizo sentir incómodo. Pensé que seguramente ella también lo estaría. No me agradó que me detuviera. Su respuesta fue cortante, grosera. Además, era una lástima, ya le había agarrado el gusto a explicar mi trabajo. Estaba molesto.
—Piénsalo: poder sobrepasar los noventa años y mantener tejidos saludables como una persona de treinta. Llegar a la vejez con tus capacidades físicas y mentales intactas. Sé que suena como algo inventado para una historia de ciencia ficción, sin embargo, sobran ejemplos de descubrimientos actuales que en otra época eran inimaginables. —insistí.
—Sé que al explicarlo de esta forma suena como algo muy sencillo. No lo es. Aún hay muchos obstáculos. Por ejemplo, al reprogramar una célula y borrar sus marcas epigenéticas de envejecimiento, las mutaciones que ya tenía no desaparecen, lo cual eventualmente sería un factor de riesgo de cáncer. Te juro que es algo muy riguroso.
—Te creo, es solo que no me parece una buena idea. Me da mala espina. Me hace imaginar un futuro distópico. ¿Sabes? Realmente podría salir muy mal. Además, en lo personal, me siento bien con el tiempo que tengo, no quisiera vivir para siempre .
—Bueno, déjame aclarar algo —me apresure a responder—. Tampoco estoy hablando de vida eterna. Ser joven no te hace inmortal; a cualquier edad uno puede morir. ¿Me has visto? Ni siquiera sé cómo respirar adecuadamente; en cualquier momento me podría asfixiar con mi propia saliva. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo alcance a hacerla reír.
—¿Has visto cuán distraída eres? Yo sé que en cualquier momento tendré que llamar a tu madre para decirle que te atropellaron. ¿Y sabes qué es lo peor? Seguramente no se sorprendería.
—Vale, pero aun así no quiero más tiempo. Creo que hay algo bello en el ocre otoñal y en los árboles esqueléticos del invierno. No me gustaría perderlo.
—No lo perderíamos. Siempre seremos relojes de arena dejando escapar sus guijarros a cada vuelta: burbujas tambaleantes tratando de alcanzar las nubes. Somos algo efímero en la escala de tiempo universal. ¿Tan terrible permitirle a una burbuja unos segundos más de vuelo antes de explotar? Tengo un conflicto con el tiempo y en serio desearía alcanzar las nubes. No es justo —argumenté exaltado hasta notar su mirada fría. ㅤㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤElla no quería escucharme.
—No, no es justo. Creo que entiendo tu punto, sin embargo, no lo siento natural. Te comprendo y respeto tu opinión, mas no tu postura.
Vaya frustración. Una incontrolable manada de explicaciones chocaban unas con otras mientras yo con toda la fuerza de voluntad que pude juntar cerré la puerta que da a mis cuerdas vocales. No tenía caso. No dije nada más.
—Tengo frio; vayamos a casa —dijo ella repentinamente. Sentí tristeza entre las vocales. No respondí.
—Voy a congelarme, siente mis manos —dijo con suavidad. Entonces extendió sus dedos hacia mi. Yo rodeé sus pequeñas manos con las mías.
—Están heladas, apurémonos —le respondí. —Al llegar te prepararé un té — añadí. No respondió.
Caminamos con el rostro inclinado como leyendo sobre la acera.
No era la gran cosa. Vivíamos juntos, no obstante, sentí que realmente no la conocía y que ella tampoco a mí. Trate de distraerme. Pensé en cómo su flequillo estaba por llegar a la altura de sus ojos. Seguramente me pediría que le ayudara a cortarlo. A pesar de que la última vez terminó por pasar casi una hora arreglando mi corte torcido.
Llegamos al edificio. Subimos las escaleras. Ella abrió la puerta y fue directo a la habitación. La cerró. Yo me dirigí al sillón. Me senté y acaricié al gato obeso que recogimos unas semanas atrás. No estaba acostumbrado a vivir con un gato. Ella me convenció. Dio inicio al ritual felino para exigir alimento. Entendí el mensaje. Me levanté y me dirigí a la cocina, con cuidado de no pisar al impaciente gato que se cruzaba entre mis piernas. Le serví su alimento y el restregó su cuerpo blando con mi pantorrilla. Me quede inmóvil con el bote de croquetas en las manos.
—¿Una cucharada o dos de café? —grité desde la cocina. —¡Té! —me respondió con un falso enojo.
—Yo sé. Yo sé. Solo bromeo. Té verde con menta, ¿cierto?
—Sí. Por favor.
Unos minutos después su té estaba listo. La llamé.
—Corazón, ven, dejé tu taza sobre la mesa. ¿Te parece que te acompañe y luego nos vayamos a la cama? Mañana entramos temprano a trabajar.
—Sí.
Bebió un poco más rápido de lo habitual. No dijimos mucho más. Nos acostamos uno junto al otro. Ella se recostó primero, y yo pase por encima para acomodarme del lado de la pared. Me acosté con el pecho expuesto y miré el techo. Sentí junto a mi brazo su espalda. Miré el bulto a mi lado y me pareció que se asemejaba a un pequeño armadillo enrollado en espiral. No alcanzaba a ver su rostro. Me inquietaba cómo sería todo al día siguiente.
—¡Hmm-mmh! —gruñó y se dio vuelta hacia mí.
Con los ojos cerrados fue tanteando la superficie hasta alcanzar mi mano. La sujeté y pude notar una leve sonrisa en su rostro. Entendí el mensaje. Me acomode y la rodeé con mi brazo. Apreté su cuerpo contra el mío. No dijimos nada más. Dormimos.
Desperté y me dijo que quería desayunar. Me propuso hacer hot cakes. Le dije que hacía falta mantequilla pero que podríamos sustituirla con aceite. Aguantamos la risa por el mal sabor que tuvo nuestro desayuno. Me contó que una compañera de su trabajo estaba falsificando su certificado de maestría en power point.
—Se ve tan falso como esos animales mal disecados que me mostraste el otro día. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤReímos juntos. Regresamos a la cama. Ambos llegamos tarde a nuestros trabajos. Creo que no será necesario mudarme.ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
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