escritura creativa/ ensayo
Lágrimas
por Karime Ale Huesca
Desde que salí del vientre, fue con gritos y el llanto seco característico de un recién nacido. Con el tiempo, mientras probaba los placeres y disgustos, el llanto se fue tornando más salado que el mar muerto. Fue una constante a lo largo de mi infancia, el despertar y llorar. El querer regresar a la seguridad del vientre —mis cobijas— donde la placenta —mis sueños— fluye y me protege. La mente se me vaciaba después de llorar, los puntos rojos en mi frente quedaban como testigo de mi llanto.
El poder de una lágrima lo descubrí en la escuela tras leer «Como Agua para Chocolate», donde una sola gota cargada de los sinsabores de la vida tenía la capacidad de arruinar el guiso más delicioso.
La noche que lo desconocí (a él) lloré y lloré sin consuelo.
En cada lágrima que salía y atrapaba con mis dedos podía ver todo un universo, ajeno a mí y desconocido, pero al mismo tiempo tan cercano. Tal vez así se sienta ser madre: observar cómo algo que viene de tus entrañas existe en su propio universo, ajeno al tuyo, y se desvanece en tus manos.
Y escribí:
«Mis lágrimas, mis queridas lágrimas, que tantos malos momentos me han hecho pasar. Mis lágrimas rebeldes, que sin miedo a mi tono más duro o a mis órdenes, obedecen sólo la gravedad que las empuja por mis mejillas…
¿Qué hago para ganarme su respeto?»
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