híbrido
Fragmentos dispersos de lo que fui antes de las cenizas
por Saúl Pérez Sandoval
I
Mi historia es la de mis antepasados, la de mis abuelos que luchaban por subsistir y murieron resistiendo hasta el final. Por eso escribo: para que el tiempo no me agote las palabras que tengo guardadas; para poder resistir en las luchas que vivimos fuera y dentro de nosotros mismos.
II
Cuando escribo me transformo en las voces de mi pasado, de quienes me hablaron a través de historias que pasaron a ser otras voces inconfundibles en el tiempo. Los restos que se desprenden de la pluma me queman en el vuelo que emprendo al escribir; como cuando aterrizo ideas y me dejo fluir entre las letras que me impactan inesperadamente.
III
He sido alegría, felicidad y tristeza. Alegría, cuando jugaba en la resbaladilla del parque de piedra, de la cual no quería tocar el piso, volver a la tierra, a lo mundano y a sus tiempos apresurados: quería quedarme ahí, capturado como una fotografía eterna. Y cuando estaba en las canchas del barrio jugando por horas y horas, en un ciclo sin fin, perdiéndome el día y la noche. Tristeza, cuando me llegaban recuerdos de esas alegrías efímeras, esas que nunca más volverán de la misma manera. Pero felicidad, porque algo de mí quedaba ahí, en aquellos lugares que llegué a transitar, aunque ya no estuviera presente, mi ausencia permanecía en la presencia del recuerdo.
IV
Pienso que, en ocasiones, vivimos en la metáfora de la prisión-jaula, atrapados en algo que no entendemos, ni queremos comprender. Por eso salgo a caminar, para respirar nuevos aires, para intentar olvidar los pasados devastadores.
V
Me pregunto ¿qué queda de ese niño que buscaba rayar las paredes con dibujos y jugar hasta el cansancio? Ese que nunca permanecía quieto, y se preguntaba los porqués de la vida, ese que se asombraba al mirar la luna que le seguía sus pasos.
Creo que nunca se es de una sola edad, se es de todas, se es de los recuerdos del pasado vistos desde el presente, y del movimiento incierto del futuro.
VI
Los fragmentos de cada escrito que leo matan partes de mi ser y me hacen nacer de nuevo, pero de otras formas. Es como si fuera otro después de leer. Pero es innegable que ya no existe el mismo asombro por la vida que tenía en la niñez, la misma lucidez imaginativa de la infancia se ha ido. Me doy cuenta de eso cuando ya no me detengo a contemplar las estrellas, cuando ya no escucho el sonido de las aves, cuando ya no contemplo las cascadas de voces infinitas que desean ser escuchadas.
VII
Camus me mandó a buscarle sentido a mi existencia, desde el conflicto existencial con la vida y el sufrimiento, para así condenar las injusticias en una praxis de rebeldía. Baudelaire y Rimbaud me llevaron a la bohemia poética y transgresora. Pessoa, a existir desde la soledad. Sabines, a amar los silencios. Cortázar y Borges, a explorar la esencia meticulosa de las palabras. Dalton, a la poética revolucionaria. Sartre me invitó a la aventura filosófica de asumir la responsabilidad de mi libertad situada en relación con los otros. Rulfo, a reconocer memorias de un pasado desconocido. Quiroga revivió mis recuerdos de la infancia. Pizarnik me mostró la búsqueda del dolor en la poesía. Ortega y Gasset me trasladó a comprender las sutilezas del amor. Pasolini me dio el compromiso con mi tiempo de vida. Subiela el amor por el cine. Flores Magón, Práxedis y Librado me dirigieron al eterno combate. Sábato me llevó a la esperanza reveladora de la naturaleza y de la resistencia. Y Kerouac me enseñó a disfrutar más el camino.
La vida como un jazz poético.
VIII
Hasta hoy puedo decir: ayer no sabía que estaba viviendo. Me enteré de ello cuando llegaron mis pasiones: escribir y leer, las cuales me embisten e impactan en lo más recóndito de mis sentidos. Pero después se hizo presente lo más valioso: pasar tiempo con mis amigos y mi familia.
Estoy en una soledad contradictoria o paradójica, rodeado de letras y personas que amo. Como diría Camus: estoy caminando al lado de los demás.
IX
¿Cómo es que me sincero con mis errores?
No hace falta confesarme.
Comprender que no estoy de acuerdo con mucho de lo que hice antes. Y más que desear cambiar mi pasado, cambiar mi presente, lo que estoy siendo.
¿Cuánto pesa una palabra llena de arrepentimiento?
X
Se lee lo que el escritor plasma, pero, ¿qué se sabe de él? ¿Desde dónde escribe? ¿Qué experimenta?¿Qué siente al escribir un texto? ¿En qué condiciones escribe? ¿Para quién escribe? Y, lo más importante: ¿Por qué escribe?
XI
En ocasiones me trabo; me quedo sin ideas y releo párrafos confusos. Regreso a donde me quedé. Ya sea en la esquina de la divagación, en el puente para cruzar a otro lugar, o en el columpio del parque donde raspe mis suelas y dejé mis huellas. Intento regresar porque estoy seguro de que en alguno de esos lugares abandoné fragmentos de mi memoria que ahora orbitan en otros espacios del mundo, en otras latitudes, en lugares vacíos que vuelven a ser llenados por otras memorias.
XII
Estoy en resistencia con la vida, con sus achaques y conflictos, corporales y mentales. Como todos, no represento ninguna exclusión. Puede que esta resistencia me sea indiferente en el futuro, pero hoy, es lo que estoy siendo. Mañana será lo que fui.
XIII
¿Qué espera uno de la vida? o, mejor dicho, ¿qué espera la vida de nosotros?
No lo sé, solamente espero poder seguir riendo con mis amigos y mi familia.
Esa es la definición de amor y felicidad que tengo en este momento de mi vida. (Aunque sé que la definición del amor no cabe en la palabra [Amor] que muchos pronuncian incesantemente).
XIV
Siento que lo que escribo se hace realidad y se materializa en la imaginación, esa es la fuerza de los diarios, por ejemplo, que arrojan vestigios de un acontecer. Nunca, cuándo se empieza algo, se sabe cómo va a terminar. Esa es la esencia inmanente del futuro.
Hoy aprecio esto, hoy escucho esta canción, hoy pienso tal cosa sobre un tema, hoy amo a ciertas personas, mañana no tendré las mismas certezas, no seré, ni pensaré lo mismo, así es mi devenir.
Mi idilio será atreverme a escribir hasta mi muerte, sin saber en qué abismos y encuentros caeré.
XV
Los dolores corporales me hacen amar la muerte y seguir escribiendo para la vida, que me empuja a querer conocer a más personas, y asombrarme por sus historias. A pesar de que en estos tiempos ya no sea tan fácil confiar en alguien.
XVI
Siempre pienso en caminar y caminar, siendo como un nómada. Ya que no quiero permanecer en un sólo lugar, no quiero ser parte de una religión o de mandatos de otros para adquirir valores que me hagan seguir mi camino.
Sé que no leeré ni escribiré lo que quisiera, ese es el mal, o el bien que me acompaña, no lo sé, pero igual el querer saber todo termina siendo un daño interminable. Mi única certeza al escribir es que soy un eterno insatisfecho y un escritor obsesivo-perfeccionista, aunque en el fondo sé que no soy un buen escritor. Ya que no intento agradar, sino sincerarme con mis textos, hablarles, dialogar con ellos, amarlos y odiarlos a la vez. No deseo quemarlos, pero sí abandonarlos en algún momento, quizá en mi lecho de muerte.
Temo que se queden textos huérfanos cuando muera, palabras sin poder salir a la luz. Textos que estaban por germinar entre otras raíces del círculo vicioso de las palabras.
Igual, espero que algún día algo me cure de esa maliciosa "enfermedad", que me susurra cada vez que escribo. Esa que es única para cada escritor.
XVII
A veces las palabras se esconden y, como en la infancia, tengo que salir a encontrarlas. Unas veces están debajo de los coches, en las raíces árboles, en los rostros, en los lugares llenos de paisajes, o en los abrazos.
XVIII
No puedo imaginar cómo es que nacen las pasiones, ni de dónde emergen esas semillas; sin embargo, sé que se tienen que cuidar, como todo en la existencia, una vez que se llega a cultivar. Teniendo en cuenta que toda semilla está expuesta a los cambios… y no únicamente a los climáticos.
XIX
Siempre preguntan quién eres, o descríbete en unas cuantas palabras. Pienso que más bien deberían preguntar: ¿ya te atreviste a descubrirte?
XX
¿Yo hablo o el discurso me revela y habla por mí?
El discurso se edifica en ideas preexistentes a mi paso. Y es así que pienso: ¡Ah! Esa idea voladora que no termina por caer, esa idea que permanece como una pluma, flotando en los aires, y a veces se digna a caer cuando menos lo espero, en lugares desconocidos, en espacios indescifrables de mi ser.
XXI
Estaré vivo mientras siga teniendo preguntas. Mientras me siga mudando de lugar, y me derrumbe mis certezas. Como hojas que caen en otoño y son reemplazadas por otras en un ciclo interminable.
Estaré vivo mientras siga siendo un nómada en esta ciudad salvaje y estática.
XXII
Nunca he podido escapar de ese pensamiento que me lanza a algo, que a veces no termino por abrazar, aunque lo intente… Se diluye en mis brazos.
Soy dominado por mis pasiones y sensaciones: irrumpen inesperadamente. Como fantasmas de mi pasado.
Ahora, evoco esos recuerdos de los fragmentos dispersos de lo que fui, antes de las cenizas.
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